martes, 25 de noviembre de 2008

Porque es Navidad...

Llega de nuevo la Navidad. Pero este año será diferente, porque estoy contigo, mi amor. Iremos de compras y adornaremos el árbol con David, ésta será su tercera Navidad. Pasearemos de noche por la ciudad llena de adornos navideños, moviéndonos en ese ambiente tan acogedor típico de estas fechas. Nos hincharemos a turrones y mantecados, brindaremos a base de cava con la familia. Disfrutaremos. Seremos felices.

Por eso… nos dejaremos de discusiones que no llevan a ningún lugar. Si llego tarde después del trabajo, no me gritarás. Porque es Navidad, una época de paz y amor. Si cuando llegas del trabajo aún no tengo lista la cena… no me pegarás. Porque es Navidad. Así que no llegarás bebido a casa y no me amenazaras… me dirás que me quieres y que siempre estarás a mi lado. Porque es Navidad…

Los golpes serán caricias. Tus gritos serán susurros. Mis lágrimas serán sonrisas. Los insultos serán los más lindos elogios. En vez de “puta”, me llamarás “cariño”.Tu mirada será cálida y mis ojos no estarán hinchados. Hablaremos mientras miramos la televisión. No discutiremos por qué programa queremos ver, así no será necesario que me estampes contra la pared. Substituiré el “cariño, hoy no, por favor…” por una sonrisa y un abrazo. No habrá mas gritos, no lanzaras nada contra mi cuerpo… así David no despertara de su sueño, no presenciara nuestro pequeño “juego” y no volverá a tener pesadillas. Porque es Navidad…

Déjame sentir que vivo, deja que una sola sonrisa cruce mi rostro, deja que mis heridas se curen, déjame sentir por unos días que tras tus golpes y tus gritos hay un corazón que late por mí. Al menos… deja que David viva con ilusión y alegría esta Navidad junto a un padre y una madre que le quieren y se quieren. Porque él no merece vivir en el infierno que me ha tocado a mí.

24 de diciembre. El frio suelo bajo mi piel. Trozos de vidrio se clavan en mi cuerpo inmóvil. Una copa rota. Rojo vino se confunde con mi sangre. Mi labio tiembla. Roto. Una mancha roja en la blanca pared donde estuvo mi cabeza minutos atrás. Noto lágrimas resbalando por mi rostro. Pero ya no siento. Oigo una voz. Un susurro. Un “mamá” y una manita que se acerca a mi rostro. Unos ojos llorosos fijados en los míos. Entonces solo puedo llorar y sentirme mas miserable que nunca.

Después de todo, quizás pedía demasiado. Quizás tus golpes no entienden de Navidad. Quizás la Navidad no entiende de dolor. Quizás quise que la Navidad tapara mi propia desgracia.

Y mañana, si despierto, te miraré a los ojos y susurraré: “Feliz Navidad, mi amor”


By:YMK